Los enanos fueron colocándose formando la línea de batalla, a lo lejos se veían los terribles estandartes de los guerreros del Caos. Estaban allí por una razón muy sencilla, saldar una deuda contraida contra esos salvajes del Norte y sus odiosos dioses. Cobrarían la deuda o morirían en el intento.
Los atronadores se colocaron delante de las tropas, y entre ellos los cañones órgano y los lanzavirotes. Sin duda, su señor habría pensado que con tanta artillería y sus arcabuces los guerreros del Caos no llegarían ni a tocarles. En pocos minutos sabría si era o no acertada su suposición.
Los guerreros estaban concentrados, los venerables Barbaslargas estaban imperturbables, sentía los ojos de los enanos tras de sí mirando más allá, mirando las colinas, esperando a que los estandartes se movieran y escuchar el golpear de los cascos de los caballos y de las botas en el duro suelo.
Sonó un cuerno. A lo lejos sonó otro, y despúes un tambor. El ejército del Caos se movía, la suerte estaba echada.
El enfrentamiento duró unas 3 horas, por todos lados se veían las columnas de humo provocadas por la artillería, los cuerpos de los hombres del Caos se encontraban atribillados, muertos o agonizantes, y solo se veían unos pocos replegándose rápidamente, escapando del campo de batalla, huyendo de la masacre. El plan del señor enano fue todo un éxito, su suposición de que la caballería iría de frente fue correcta y duraron lo que un solo barril de cerveza para un grupo de guerreros enanos.
Los pocos que huían lo hacían a todo correr, unos pocos alabarderos y algunos guerreros de la temible infantería pesada, pero poco más. Una victoria incontestable, pero el precio aún no estaba cobrado del todo.
El ejército enano avanzó más en el inóspito territorio de Krama, saliendo de la zona de colinas a una zona pedregosa y parcialmente abiera, allí vieron como otro contingente humano se estaba preparando para parar el avance.
Zael estaba realmente cabreado, enfadado, furioso. Esos malditos enanos habían aniquilado a casi un tercio de los guerreros de la ciudad a su cargo, y a todo un regimiento de elegidos del templo, por no decir de una unidad completa de caballería. Lord Sharko se lo haría pasar muy mal si no conseguía darle la vuelta a la situación. Esta vez no se dejaría engañar, no caería en la trampa de esos miliciosos enanos. Toh y Edakar estaban heridos y no le molestarían con sus palabrería inútil, mandaría a los alabarderos y a los guerreros de la infantería pesada bajo las ordenes de Wokar y él se preocuparía de lo verdaderamente importante, además ahora tenía más caballería no como la otra vez.
- "¡¡¡Por todos los dioses!!! Está claro que los hemos ofendido, los dioses nos han quitado su apoyo, ya no nos ayudan, estabamos apunto de darle la vuelta a la batalla... los dioses nos castigan, los 4 hermanos nos han maldecido. No lo entiendo..." Zael murmuraba entre dientes, con mirada perdida. Consiguió escapara del campo de batalla por los pelos, con solo 2 guerreros más de los elegidos. 2 batallas con los enanos, 2 derrotas. Empezo mal pero después parecía que podrían superar a los enanos. Todo fue un espejismo. Sus esperanzas se disiparon como el humo cuando el regimiento de Wokar se enfrento con los martilladores para terminar muertos. Con la línea de batalla partida en dos y en inferioridad numérica no había nada que hacer, ni diez de sus guerreros quedaban en pie.
Le quedaban apenas un tercio de sus 200 hombres y 50 mastines. La ira de Lord Sharko sería inmensa si volvía vivo a Krama para darle la noticia de que un ejercito enano había penetrado en su territorio y que había llegado hasta la primera de las torres de vigilancia. Le cortaría la cabeza, y eso no sería lo peor que podría hacerle.
Toh y Edarkar se habían recuperado de las heridas que recibieron el día anterior y estaban allí callados y mirando fijamente el campo de batalla. ¿¿Esta vez serían de utilidad los dos hechiceros?? Lo dudaba. Los dioses no les acompañan y Zael no pensaba que eso fuera a cambiar, pero en algo si estaba seguro, no permitiría que esos malditos enanos pasaran más allá de la torre. Prefería morir en el campo de batalla que desmembrado por la ira de su señor, desmembrado y deshonrado, decapitado y quemado... castigos todos muy justos por la situación en la que se enfrentaban. ¿¿Por qué los dioses se mofaban de él?? ¿¿Por qué Slaanesh, su señor, su amo, no le ayudaba??
El señor enano miró el campo de batalla desde lo alto de su escudo, quedaban en pie pocos de sus guerreros, bastantes menos de lo que él esperaba. Durante la incursión al territorio de Krama habían encontrado una defensa poco eficaz, muchos hombres pero pocos útiles, pero también es verdad que una armadura servía de muy poca ayuda contra un cañón órgano, y los 6 que había llevado en esta ocasión se habían mostrado muy, muy eficaces, tanto que la infantería del Caos había demostrado en esta última ocasión que si llegaban al cuerpo a cuerpo eran mortales de necesidad.
Quedaba un solo martillador de sus guardia de honor, algo más de medio regimiendo de rompehierros, 14 arcabuceros y dos dotaciones de sus maquinas de guerra, en total unos 30 guerreros de sus ciento y pico guerreros que se habían enfrentado con él en esa batalla. Si, estuvo cerca pero aún así conseguieron cumplir el objetivo de su misión. La deuda ha sido saldada con creces.